El Síndrome del Impostor, abogados y estudiantes.

El pasado día 9 de julio, Economist&Jurist publicaba un artículo titulado “7 de cada 10 abogados sufren el síndrome del impostor”[1] acompañado de “Podemos tener éxito, infinitud de títulos académicos y en realidad nos sentimos “impostores» como subtítulo. Y el día de hoy vamos a comentar de forma general el conocido como “Síndrome del impostor”.

 

1.    ¿QUÉ SE ENTIENDE COMO SÍNDROME DEL IMPOSTOR?

Tomando como referencia el estudio realizado por Pauline Rose Clance y Suzanne publicado en 1978, el denominado como “fenómeno del impostor” refiere a un sentimiento o experiencia interna de falsedad intelectual en el que el sujeto cree de forma persistente que no posee una determinada capacidad intelectual, que esa apariencia de “brillantez” no se corresponde con su capacidad real y que, por tanto, esa imagen que se proyecta no hace sino ser una apariencia, engañando así a su entorno.[2]

Así es como se enuncia en el propio abstract del estudio, el enfoque principal del mismo radica en la presencia de este síndrome entre mujeres con alto nivel de capacidades intelectuales y con éxito y posicionamiento líder en sus respectivos sectores. Por tanto, sin apartarnos demasiado del objeto del análisis del documento, resulta conveniente hacer una brevísima remisión a las distintas pautas de comportamiento observable en los sujetos participantes, sus conductas y las teorías que esgrimen las autoras para identificar una suerte de patrones comunes y reiterativos presentes en las relaciones interpersonales en las que medien situaciones estrechamente vinculadas con el reconocimiento de estas capacidades intelectivas de los sujetos.

Las autoras describen hasta cuatro tipologías distintas de comportamiento toda vez que el sujeto ha asumido que existe esta apariencia de falsedad intelectual, siendo posible que estos comportamientos se den de forma simultánea.

El primero de estos tipos involucra diligencia y trabajo duro por parte del sujeto – el miedo a que se descubra esta falsa apariencia fuerza al sujeto a llevar a cabo grandes esfuerzos para tratar de prevenir que se de ese descubrimiento. El segundo de ellos, se genera una sensación de miedo a dar una determinada opinión que pudiera ser debatida por miedo a no ser capaces de sostener una postura y, por tanto, se trata de agradar al resto de individuos que el sujeto aprecia como “superiores” a través de la autocensura.

El tercero; sitúa al sujeto junto a otro al que el primero considera superior a fin de que se produzca una suerte de reconocimiento del primero por parte del seguro para consolidarse en su entorno y abandonar esa sensación de “falsa apariencia”[3]. Y el último de ellos implicaría una influencia del entorno social como opresiva o que condicionara el comportamiento del sujeto afectado por este fenómeno.[4]

Evidence of the impostor phenomenon has typically emerged after an individual has been in a group or individual psychotherapy for several sessions. It is rarely stated as the presenting problem since it is a well-guarded secret which is not shared immediately. The «impostor» is so convinced her belief is correct that nothing could be done to change it anyway. She also believes that if she revealed her assumed unique feelings of phoniness she would meet with criticism or at least very little understanding on the part of others. It is generally her anxiety about achieving a particular goal which leads her to disclose feelings of intellectual phoniness.

 

2.    EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR EN LA ABOGACÍA

Como se comenta en el artículo que comentamos en esta publicación, la labor que desempeñan los profesionales de la abogacía acarrea, en un gran número de ocasiones, la generación de un sentimiento de agobio y estrés que es capaz de poner contra las cuerdas a quienes lo padecen.

La labor fundamental del abogado es la defensa de los intereses de su cliente y labor profesional discurre paralela a los senderos de la duda, de las posibilidades y de cientos de factores adicionales que pueden resultar condicionantes para la actuación de los abogados y abogadas a cargo de un determinado asunto.

Ver como transcurre todo ello desde la barrera desde luego que dificulta el conocer de primera mano cómo un profesional de la abogacía hace frente a miedos tan imperecederos como ha sido, es y creo que será por los siglos de los siglos – amén – la celebración de una vista en Sala.

Como estudiante del Máster de Acceso a la Abogacía no han sido precisamente pocas las ocasiones en las que he solicitado consejo a abogados y abogadas con un largo recorrido a las espaldas en el gremio y la misma respuesta se repite:

Todos hemos tenido miedo en nuestra primera vista, es una sensación extraña, de sumo respeto y que te acompaña desde entonces. El miedo no se esfuma, se agazapa y susurra cuando toca celebrar pero con experiencia es posible domarlo y que no afecte tanto como en las primeras ocasiones.

Si a ello le sumamos las posibilidades infinitesimales de conocer con detalle la totalidad del ordenamiento jurídico nacional el cóctel es, como poco, explosivo. Un cúmulo de dudas y cuestiones constantes que puede afectar – y lo hará – a nuestro desempeño profesional, dentro y fuera de sala, especialmente en lo que al contacto con el cliente se refiere.

En una sociedad en la que la especialización está siendo una de las muchas vías de supervivencia de un sector en constante renovación como es el ámbito jurídico y legal, el estado psicológico y emocional de los profesionales pasa a primera línea siendo uno de los primeros afectados por una curva in crescendo del estrés por fidelizar nuevos clientes a la par que tratamos de mejorar nuestros servicios adaptándonos de forma constante y continuada aun cuando no en todos los puntos de la geografía nacional la búsqueda de un nicho de clientes es la solución.

Por lo tanto, son varios los frentes que se han mencionado hasta el momento, ello sin contar con la situación en la que el profesional liberal dedicado al ejercicio de la abogacía – ya fuera esta por cuenta propia o por cuenta ajena – con todos los pormenores que conlleva cada régimen.

Y creo que no hay mejor forma de resumir todo esto que suscribiendo las palabras de Patricia Tudó en el artículo[5] en cuestión:

“[…] es entonces, cuando aparece el síndrome del Impostor en nuestra carrera profesional. 7 de cada 10 profesionales de la abogacía sufren este síndrome. Esto está relacionado con la duda, la pérdida de autoestima o la desconfianza hacia uno mismo. Podemos tener éxito, infinitud de títulos académicos y en realidad nos sentimos “impostores” ante nuestro cliente o ante nuestro jefe y, peor aún, ante nosotros mismos.”

 

3.    ESTUDIANTES ¿E IMPOSTORES?

¿Y qué decir en el caso de los estudiantes? Somos esa figura que se encuentra a galope entre finalizar su formación académica y dar el salto profesional, tratando de salvar obstáculos como son el empleo precario y/o la falta de experiencia – falta que, por otro lado, no se reduce en tanto muchas empresas no contemplan la formación como una parte más del proceso de integración laboral sino como algo “traído de las aulas”.

No serán pocas las ocasiones en las que tenemos que hacer frente a comentarios del estilo “las universidades preparan magníficos profesionales, pero no trabajadores” como si el proceso de absorción del conocimiento y competencias fuera algo tan natural como el respirar; no deja de ser un círculo vicioso que ha de fracturarse por algún punto en tanto si la experiencia no se adquiere, en algún momento, el mercado se quedará vacío de “trabajadores” y sólo quedaremos nosotros, los “profesionales”.

A fin de no redundar en una cuestión ya por todos conocida, el Síndrome del Impostor también se encuentra presente en nosotros los estudiantes. Ya seamos estudiantes de un Grado Universitario, un Grado Medio, un Grado Superior, una FP u otra alternativa académica asimilable, uno de nuestros objetivos principales es finalizar este proceso para poder incorporarnos al mundo laboral y, con un poco de suerte, desempeñar aquellas funciones para las cuales nos hemos estado preparando.

Ahora bien, durante este trayecto es común encontrarse con preguntas que, a priori pudieran resultar espurias, algo peregrinas, pero que poco a poco, se acaban convirtiendo en susurros que asoman en los momentos de mayor tensión.

El miedo al fracaso escolar, el miedo a decepcionar a las personas que tienen depositadas esperanzas en uno mismo – sean académicas o de otra índole – las dudas acerca de la capacidad intelectiva en este u otros ámbitos, profesionales o académicos y la existencia de unos estándares autoimpuestos son algunos de los ejemplos más claros que se pueden presenciar en el ecosistema académico.

El Síndrome del Impostor adopta muchas formas e implica comportamientos de duda dentro del sujeto que lo experimenta; dudas sobre sus capacidades, pone en duda sus propios méritos y los posibles comentarios positivos que reciba por ello, convierte este feedback positivo sobre su trabajo en un sentimiento de “falsa apariencia” al considerar que no se corresponde con las capacidades “reales” de si mismo, etc…

Por si esto fuera poco, rescatando los estudios realizados por Pauline Rose y Suzanne Ament este sentimiento puede proceder, incluso, del ámbito familiar. Así, las autoras observaron que:

“[…] observando el origen y las dinámicas de este fenómeno, es típico que estos “impostores” puedan subsumirse en dos grupos respecto del historial familiar en etapas tempranas de su vida. […] Por un lado, encontramos aquellas mujeres que tienen un hermano o un familiar que ha sido designado como “el miembro inteligente de la familia”. Así, se ha relegado a las mujeres a un plano más “sensitivo” o socialmente adaptado a los roles familiares. Ello implica de forma directa que no podrá JAMÁS demostrar que es tan inteligente como su hermano o familiar, con independencia del esfuerzo que realice[6].

[…] Mientras que, por otro lado, nos encontramos con aquellas situaciones en las que la mujer es superior en todos los niveles – intelectual, en personalidad, apariencia y distintos talentos. No hay nada que no pueda hacer si se lo propone. Sin embargo, la niña comienza a tener experiencias en las que no es capaz de hacer todo lo que ella quiere, aunque se ve obligada a cumplir con las expectativas de la familia aun sabiendo que no va a ser capaz de perdurar así en el tiempo. […][7]”.

No resulta algo tan ajeno ¿No?. Sin ánimo de extenderme mucho más allá, me gustaría cerrar esta breve publicación con dos escasas líneas.

 

4.    CONCLUSIÓN

Resulta de vital importancia normalizar el estudio y el impacto de cuestiones de esta índole en el ejercicio profesional – con independencia del trabajo del que se trate – a fin de dotar al trabajador de herramientas para alcanzar un bienestar físico y mental dentro de su entorno laboral y, como conclusión; denotar, una vez más, la importancia de la salud mental en profesiones como la Abogacía en la que el contacto directo con clientes y con el propio ejercicio produce un desgaste considerable en los profesionales del sector a fin de prevenir que ello afecte a su desempeño laboral y a su estado personal.

 


[1] Tudó Ramírez, Patricia, “7 de cada 10 abogados sufren el síndrome del impostor”, publicado en Economist&Jurist, el 9 de julio de 2022. Recuperado de: https://www.economistjurist.es/articulos-juridicos-destacados/7-de-cada-10-abogados-sufren-el-sindrome-del-impostor/

[2] Rose Clance, P., Ament Imes, S., “THE IMPOSTOR PHENOMENON IN HIGH ACHIEVING WOMEN: DYNAMICS AND THERAPEUTIC INTERVENTION.”, publicado en Psychotherapy: Theory, Research and Practice, Volumen 15, Núm. 3, 1978.

[3] Vid. Rose Clance, P., Ament Imes, S., “THE IMPOSTOR PHENOMENON…”, página 4. En este punto, las autoras afirman lo siguiente; Typically, she believes, «I am stupid,» but at another level she believes she is brilliant, creative, and special if only the right person would discover it. She is looking for a mentor to discover her genius and thereby help her believe in her intellect. [She] first finds a candidate she respects and then proceeds to impress that person; studies the person carefully and perceives very accurately what that person will be responsive to.  Ello nos llevaría a pensar que este comportamiento se acercaría más a una relación de dependencia intelectual o, en ciertos aspectos, incluso emocional.

[4] Concretamente, las autoras sostienen que este fenómeno perdurará como respuesta a las consecuencias negativas que recaen sobre las mujeres que hacen despliegue de sus habilidades y capacidades en la sociedad.

[5] Tudó Ramírez, Patricia, “7 de cada 10 abogados sufren el síndrome del impostor”, publicado en Economist&Jurist, el 9 de julio de 2022. Recuperado de: https://www.economistjurist.es/articulos-juridicos-destacados/7-de-cada-10-abogados-sufren-el-sindrome-del-impostor/

[6] Vid. Rose Clance, P., Ament Imes, S., “THE IMPOSTOR PHENOMENON…”: Each of the women, on the other hand, has been told directly or indirectly that she is the «sensitive» or socially adept one in the family. The implication from immediate and/or extended family members is that she can never prove that she is as bright as her sibling regardless of what she actually accomplishes intellectually. One part of her believes the family myth; another part wants to disprove it. School gives her an opportunity to try to prove to her family and herself that she is bright. She succeeds in obtaining outstanding grades, academic honors, and acclaim from teachers. She feels good about her performance and hopes her family will acknowledge that she is more than just sensitive or charming.

[7] Vid. Rose Clance, P., Ament Imes, S., “THE IMPOSTOR PHENOMENON…”: Because she is so indiscriminately praised for everything, she begins to distrust her parents’ perceptions of her. Moreover, she begins to doubt herself. When she goes to school her doubts about her abilities are intensified. Although she does outstanding work, she does have to study to do well. Having internalized her parents’ definition of brightness as «perfection with ease,» and realizing that she cannot live up to this standard, she jumps to the conclusion that she must be dumb. She is not a genius…

Share this content: